Recientemente estuve en un cumpleaños de una niña donde, para satisfacción de un grupo no reducido de
adultos que por supuesto andaban con sus hijos o nietos, una pequeña de apenas
dos años tarareaba y bailaba, mientras que otras de siete y ocho cantaban todo
el tema y bailaban con una soltura admirable. Hasta ahí todo parece bien, y estoy segura que
para muchos es normal y hasta van a encontrar mi opinión exagerada, y pusiera ser cierto si no fuera por la letra de la canción protagonista de
la historia:
A mí
me gusta que me digan poesía
Al oído por la noche cuando hacemos groserías
Me
gusta un caballero, que sea interesante
Que sea un buen amigo, pero más un buen amante
¿Qué
importan unos años de más?
A mí
me gustan mayores
De
esos que llaman señores
De
los que te abren la puerta y te mandan flores
A mí me gustan más grandes
Que no me quepa en la boca
Los
besos que quiera darme y que me vuelva loca
Loca, whoah oh, oh, oh
Loca, whoah oh, oh, oh
Pero a esa le siguió Maluma con el famosísimo tema de Los cuatro, y así, una interminable
lista de reggaetones llenos de letras obscenas y con mensajes inmorales, chabacanos,
que incitan a comportamientos indecentes.
Y todos reían y elogiaban a las pequeñas que lo hacen de manera
inocente, a veces sin saber exactamente lo que están cantando, pero ¿y nosotros?,
los que sí sabemos los que cantan y dicen, ¿estamos conscientes de lo que
influye en la formación de los niños y adolescentes este tipo de música?
Estuve revisando algunos artículos de psicólogos que han
investigado sobre el tema, y según sus criterios los adolescentes son los más
propensos a ser influenciados por los nuevos estilos musicales, ya que los
jóvenes construyen su identidad con el vestuario, el peinado, el lenguaje, y la
música
Incluso en los grupos en los cuales, el elemento de
unión, es la música, las creencias se generan a partir de ella. Ella es la que
determina la forma de vestirse, de peinarse, de moverse, la forma de hablar.
Este conjunto de creencias construye la identidad de ese grupo de pertenencia.
Vale la pena preocuparnos y ocuparnos del tema. Solo algunos
elementos de las investigaciones revisadas:
- Las letras sexualmente degradantes están correlacionadas con mayores tasas de actividad sexual en los adolescentes.
- El impacto de canciones sexual-agresivas en los pensamientos agresivos relacionados, las emociones y el comportamiento hacia el mismo y el sexo opuesto
- Otra cuestión que puede ser exacerbada por la degradación de las letras es la de una baja autoestima, lo que puede conducir a la ansiedad, la depresión, y los trastornos alimentarios.
- Está comprobado que la percepción de estímulos musicales placenteros o implacenteros produce cambios en algunos de los sistemas de neurotransmisión cerebrales, surgiendo así los cambios de ánimo.
- La música tiene tanta influencia que se utiliza tanto para potenciar la agresividad como la tranquilidad, del mismo modo que se emplea para dormir, relajar, estimular o concentrar.
En fin, que si bien siempre me ha parecido exagerado que,
por ejemplo los cristianos solo escuchen música cristiana, porque piensen que el resto está contaminada; creo es peor que
nuestros niños en verdad se contaminen con tanta música burda.
Debemos escuchar la letra de las canciones que ponemos en
nuestros hogares y que niños aprenden y repiten, y si se trata de un cumpleaños
donde hay tantos menores reunidos, entonces la responsabilidad es mayor en
cuanto a la música que vamos a utilizar.
Hace varios días circula por la red Facebook, la imagen
que utilizo aquí… eso me da esperanzas de que somos muchos los que pensamos así…
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